Caminar en el desierto es una difícil travesía, nos hace perder muchas veces la esperanza, la confianza, y lo que puede ser peor, se nos olvida que hay un Dios que no te dejara postrado, que si rescató de Egipto fue para llevarlo a la vida abundante. En el primer verso del Salmo 23 vemos que David no olvidó lo principal “Oh Dios, tú eres mi Dios”. Él buscaba agua en el desierto, pero no la temporal, sino el agua que calma por siempre nuestra sed, el agua de la presencia de Dios. Tu también debes abastecerte y almacenar para las rutas largas, debemos llenar tu cisterna de la Palabra de Dios que es un arma poderosa, ninguna otra agua te saciará en esta travesía. Quizás estés como Habacuc, profeta de Dios que en lo último de su oración se quedó en un desierto, pero aunque no tenía nada dijo: “Con todo yo me gozaré en Jehová y me gozaré en el Dios de mi salvación. La Biblia dice en Eclesiastés “Mejor son dos que uno, porque si uno cayere, habrá un segundo que lo levan